Por Fredy León
Luego de más de dos meses de intensa lucha y movilización popular, de mucho heroismo y entrega abnegada de nuestro pueblo (principalmente de las comunidades campesinas e indígenas del macro sur) si algo debió haber quedado claro es que para derrotar a la actual dictadura no bastaba con esa voluntad espontánea de lucha desplegada en calles y plazas sino que se necesita algo más de inteligencia y audacia para -sobre la base de ese poderoso movimiento social puesto en marcha luego del 7 de diciembre- construir esa fuerza política, social y nacional con capacidad real de aislar y derrotar a la dictadura y emerger como la nueva fuerza gobernante del país.
En política las buenas voluntades no siempre definen el curso de los acontecimientos políticos; lo que realmente decide la lucha es la fuerza organizada del pueblo, la conciencia política, la capacidad de actuar unidos bajo un programa común y la inteligencia y habilidad de esa dirección unitaria que pueda leer con claridad el momento político, catalizar el estado de ánimo de las masas, analizar con precisión de cirujano la actual correlación de fuerzas políticas y sociales y convertir en victoria las acciones de lucha. No se trata de luchar por luchar, se trata de luchar para vencer.
Quizás una de las principales peculiaridades del momento político es que el movimiento popular no enfrenta a una dictadura aislada y refugiada en el poder ejecutivo, sino la lucha es contra todo el poder de ese estado neoliberal controlado por la burguesía que ha logrado unificar a todos los aparatos ideológicos y de represión en la defensa de ese poder y en un congreso que ha subordinado la disputa de los pequeños intereses partidarios por la defensa de los grandes intereses de clase de la burguesía.
Lo que vive el país no es una simple crisis de gobierno, es una crisis de todo el regimen neoliberal; del modelo económico, político y de esas instituciones deslegitimadas que sostiene la constitución del 93 y en su caída está arrastrando a las mismas fuerzas policiales, militares y medios de comunicación.
El desprestigio y la crisis de credibilidad de los instituciones estatales es total. Un país no puede prosperar si todos sospechan de todos y nadie confía en nadie.
Caracterizar la naturaleza de la actual crisis es importante porque sobre esa visión es que se puede elaborar la propuesta alternativa, definir las nuevas políticas de estado a implementar y construir esa fuerza política y social que pueda sacar al país de la actual crisis. Por ejemplo, si se pide la renuncia de Dina se debería proponer quién asumirá esa jefatura del gobierno; o si se pide el cierre del congreso se debería explicar cómo evitar que el poder ejecutivo concentre todo el poder.
O en el caso de la correlación de fuerzas, que en política es clave para definir el desenlace de la actual crisis, se debe evaluar con toda claridad y proponer cómo hacer para que esa voluntad política que recogen las diferentes encuestas se expresen en la acción concreta.
Si en estos dos meses hemos visto que con las fuerzas movilizadas desde el sur no fue suficiente para derrotar a la dictadura que se mantiene gracias a la violenta represión policial-militar, lo lógico e inteligente era ver cómo ampliar la convocatoria, ganar a los sectores medios de las ciudades y comprometer con mayor decisión a las regiones del norte del país en esta lucha por recuperar la democracia y avanzar hacia la refundación de la patria.
Pero lo que vemos en algunos representantes sociales es esa pésima tendencia a refugiarse en lo que ellos creen es su núcleo combativo, reducir su discurso y convocatoria únicamente pensando en los sectores movilizados y creer que con un poco de voluntarismo e indignación popular van a poder derrotar a una dictadura que con los aparatos represivos del estado ha logrado resistir la denominada primera toma de Lima.
Persistir en ese error sectario de fragmentar la lucha social y desde una arcaica actitud hegemonista renunciar en la practica a la ineludible tarea de construir una coalición nacional, democrático y popular es llevar las luchas por un camino derrotista.
Si en la primera toma de Lima lo que faltó fue mayor capacidad de articulación y mayor y mejores niveles de unidad política y social, y lo que sobró fue ese discurso emotivo basado en puro voluntarismo de los que creen que solo basta lanzar una consigna, tener algo de razón y acumular mucha indignación para derrotar el poder de la burguesía, creo que los impulsores de ese comité nacional unificado de lucha, lamentablemente van a necesitar seguir aprendiendo de sus errores y derrotas hasta que en el movimiento popular no surja una nueva conciencia unitaria que entienda que si en el país no se logra forjar un nueva mayoría política y social, no se construye una coalición amplia y democrática, va ser muy complicado y difícil derrotar el poder de la burguesía.
Hay que luchar contra la dictadura, cierto. Pero esa lucha sería más productiva si además del voluntarismo le ponemos mucha inteligencia y entendemos que en política la fuerza de la dictadura solo puede ser derrotada por otra fuerza popular más poderosa y solidamente enraizada en el pueblo.
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